Unos de mis hábitos frecuentes es ir al parque San Pío a
hacer ejercicio. Allí aquellos árboles conocidos como gallineros (Pithecellobium
Dulce) son los que me dan un espacio fresco y le otorgan oxígeno a mi recorrido.
En general propician un ambiente adecuado no solo para mí sino a todas las
personas que frecuentan este lugar.
Otra especie común y similar al gallinero es el saman
(Samanea saman). Ambos árboles permanecen al grupo de las leguminosas e incluso
a la misma subfamilia, por lo tanto, presentan como característica tener frutos
en forma de vainas y pueden fijar nitrógeno en el suelo.
Las dos especies son de clima cálido, presentan un tallo
resistente, robusto y corpulento y hojas pequeñas. Sus copas son bastante frondosas y de ambas
también se utilizan las hojas y frutos como forraje, por lo que es usual ver
estos árboles en zonas ganaderos usándose para dar alimento y sombra.
Ambos también presentan un sistema radicular extenso el cual
se expande de forma superficial. Esta característica ayuda al control de
erosión y conservación del suelo. Además, presentan nódulos fijadores de
nitrógeno por lo que favorece el crecimiento de hierba debajo de la copa de los
árboles.
Sus exuberantes copas y sus vistosas flores, son
características que han hecho que estos árboles sean escogidos para ser
sembrados en parques y entornos urbanos.
El gallinero se distingue por presentar vainas de color
rojo.
En cuanto al samán se le conoce como árbol de lluvia debido
a que cierra sus hojas cuando el cielo se oscurece o se nubla anunciando la
llegada de la lluvia. Es resistente a la sequía y las legumbres pueden
utilizarse como alimento. Las vainas que produce tienen un alto contenido en
proteínas.
Este árbol se encuentra en la moneda de 500 pesos y esto se
debe al simbolismo que representa el samán de Guacarí, el cual fue sembrado en
1914.
El samán se mantuvo en la plaza del pueblo, dando sombra y
cobijo, la imagen de aquel gigante era para los habitantes de aquel lugar, algo
representativo y que les generaba un fuerte sentido de pertenencia y a su vez
el árbol fue testigo de todos los sucesos que acontecieron por varias décadas.
En 1989 tuvo que ser derribado debido a que fue atacado por un hongo, a pesar
de eso la comunidad hizo todo lo posible para salvar la insignia de su pueblo.
Con esta historia queda demostrado que los parques protegen
y conservan no solo ecosistemas sino lugares de interés histórico y cultural.
Son guardianes del patrimonio común.
Los gallineros y los samanes son árboles muy distintivos
para los habitantes de Bucaramanga, tal vez no sean tan comunes como los oitís,
(una especie traída de Brasil) pero son bastante destacables en los sitios
donde se encuentran, junto con las acacias son los que otorgan a esta ciudad el
título de ciudad de los parques.
Estos espacios verdes producen relajación en medio de la
gris urbe y a su vez es algo que trae beneficios a la salud de las personas ya
que motiva a hacer ejercicio y a tener lugares de esparcimiento. Ese estimulo
también es necesario para subir la productividad de una ciudad.
Además, son los adecuados para la enseñanza de la educación
ambiental, el parque ya maneja una pequeña dinámica de ecosistema y es un lugar
adecuado para el avistamiento de aves.
Los parques también generan un entorno comunitario y de
identidad hacia los habitantes del sector, para la gente que lleva mucho tiempo
observando estos placenteros lugares con su respectiva vegetación sienten como si
ese entorno fuera parte de su día a día. Aunque la visión del parque patrimonio
cultural o histórico es algo que está más arraigado en los pueblos. Y de aquí
empiezo un llamado en general para mantener el buen cuidado de los parques y
los árboles que viven allí.
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